sábado, 11 de mayo de 2019

Mis encuentros con los Blok, de Montserrat del Amo

Cuando yo tenía más o menos 10 años, me gustaba acompañar a mi papá al supermercado, porque en esa época había una buena sección de libros en el súper al que íbamos. Él se iba a hacer las compras y nos veíamos en las cajas de cobro un rato después. Normalmente yo traía un libro bajo el brazo, y él siempre me lo compraba sin poner peros.
Me gustaba cuando íbamos a un supermercado que se llamaba "DeTodo". Dicen que el dueño compraba a precio de saldo lotes de libros que no se habían vendido en España, y los traía a México para vender en la sección de libros de "DeTodo". No sé si será cierto, pero dos de mis colecciones de libros favoritas las fui comprando, libro a libro, ahí, y no recuerdo haberlas visto en otras partes. Las colecciones eran "al monigote de papel" (de Plaza & Janés; mi relación con esa colección merece otra entrada de blog) y "Los blok" (editorial Juventud), de la que hablaré aquí.

Los blok eran una pandilla, dos niños y dos niñas, de variadas edades, que resolvían los misterios de su barrio. 


Las breves novelas escritas por Montserrat del Amo para el público infantil y juvenil me gustaron muchísimo desde que leí la primera de ellas (aunque... es posible que esa primera no la hubiera comprado yo, sino que me la hubieran dado de cumpleaños. De cualquier modo, a partir de leerla busqué activamente el resto de la colección). Es posible que en alguna entrada de blog posterior explique con detalle las tramas de los blok, algún detalle sobre la autora y lo que me producía leerlos, pero en este momento escribiré sobre cómo me los fui encontrando y desencontrando, solamente.

El primer libro que obtuve no era el primero de la serie. Se llamaba "Los blok descifran la clave", y me gustó tanto que cuando llegó el momento de ir al supermercado con mi papá yo ya sabía que quería conseguir los otros 4 libros de los blok que se anunciaban en la contraportada. Encontré dos, y pedí que, por esa ocasión, me comprara dos libros en lugar de uno. Mi papá dijo que sí. Nunca me negó un libro, que yo recuerde, aún cuando estuviéramos muy apretados de dinero.

Poco a poco fui consiguiendo el resto de los libros de la colección. Eran más de los que se anunciaban en la contraportada. Cada contraportada anunciaba algunos de los títulos y, según yo, logré tener todos. Fue muy emocionante el día que encontré el libro que inicia la serie y lo compré: "Aparecen los blok". Leerlo fue divertido, porque la autora dedica los primeros capítulos a presentar a personajes que yo ya conocía muy bien, por haber leído los otros libros muchas veces. De todos modos, fue un placer, como en cada tomo. Cada uno de ellos tenía un saborcito especial y diferente, cada uno me gustaba muchísimo.

Debo confesar que en esa época, digamos de mis 10 a mis 14 años, me gustaba acompañar las tres comidas del día con un libro. Casi diario me decían que era un hábito muy feo, que yo comía sin modales por estarme fijando en lo que leía pero no en lo que comía, pero no hacía mucho caso. En algún momento de desesperación, mi papá debe haber tirado a la basura algunos de los libros que yo leía mientras comía. No en el momento, sino cuando yo no veía. Era fácil saber cuáles libros eran los de la hora de la comida: colocaba, abierto en la página en la que iba, el libro de las comidas en turno, encima de una alacena. Algunas veces encontré algunos de mis libros favoritos en la basura, y los rescaté aliviado y afligido de que los hubieran tirado (la verdad es que estoy acusando a mi papá, pero nunca he estado seguro de que fuera él. Si pienso un poco, podría haber varios sospechosos, cada uno con motivaciones distintas). El asunto es que llegó un momento en que por más que busqué, no logré encontrar uno de los libros de la colección de los blok "Alarma en el tren". Así que ese libro lo leí muchas menos veces que los demás, porque lo perdí tempranamente, y nunca logré encontrarlo en las tiendas para reponerlo. Siempre he creído que probablemente fue de los primeros que fueron enviados al basurero, y como yo no estaba prevenido, no lo busqué ahí a tiempo para salvarlo de las garras del destino.

Hagamos un salto en el tiempo. Vámonos a la época en que yo ya tenía 22 años. Ya era un adulto joven, pero igual atesoraba unos cuantos de mis libros de infancia, entre ellos, la colección incompleta de los blok. En ese entonces, me faltaba sólo "Alarma en el tren". Creo que con los años de cambiar de casa, y de manera de vivir, fui perdiendo otros. Adquirí el hábito de visitar librerías de viejo, y entre las cosas que buscaba, siempre preguntaba sobre la sección infantil para ir con ganas a encontrar alguno de los libros de los blok. Encontré a muchos otros amigos del pasado en las librerías de viejo, pero durante años y años de visitarlas, nunca aparecieron los blok. Incluso en un viaje que hice a España, en los años 90, busqué los libros en cuanta librería se me puso enfrente. No los encontré, lo cual me sorprendió mucho, porque en mi imaginación, Montserrat del Amo debería ser la autora más reconocida en España, y especialmente por los blok, así que casi debería ser obligatorio que los vendieran hasta en los puestos de periódicos. Pero no; con el tiempo y las búsquedas web descubrí que la autora sí es muy conocida y respetada, pero sobre todo por otras novelas y cuentos. De los blok se habla poco en internet, y no he logrado encontrar sus libros en formato electrónico. Amazon vende algunos otros de la autora.

Las personas cercanas a mí sabían que los blok eran una de mis motivaciones más poderosas para ir a las librerías de viejo (tengo otras motivaciones poderosas, pero serán demasiadas letras en este texto si abro este tema ahora... queda pendiente también, para otra entrada). Hubo una época en que, si preguntaba a mi familia y gente cercana ¿para qué voy a una librería de viejo? respondían con facilidad "para buscar libros de los blok, o el Manual del pequeño castor" (otro día hablaré del Manual del pequeño castor).

Hace unos días decidí hacer caminando un trayecto que en metro me hubiera llevado 10 minutos. Caminé tal vez una hora, y no sé bien por qué lo hice, más allá de que trato de mantenerme saludable caminando un rato cada día. Pero resultó que me encontré con una librería de viejo que había visto antes, pero a la que nunca había entrado. Me emocionó mucho entrar, como casi siempre que entro a una librería de viejo. Me encanta la sensación de frescura y paz que hay dentro, y siempre me encuentro algún viejo amigo (no siempre los llevo a casa conmigo: algunos libreros exageran sus precios).

Por hábito, más que por pensar que podría encontrarlos, busqué a los blok en la sección infantil. Y encontré cuatro tomos. Incluyendo el que había perdido tempranamente, "Alarma en el tren". No soy bueno escribiendo sobre mis emociones, pero figúrense ustedes que se encuentran algo que llevan buscando más de 30 años. Así sentí.

Compré los cuatro tomos. En ese momento no recordaba cuáles ya tengo, así que no me quise arriesgar. La persona que los tuvo antes que yo, me parece, los valoraba también, porque trató de arreglar un defecto de la edición con cinta adhesiva (a mí me pasó lo mismo, y también usé ese método chapucero, en su momento). El librero que me los vendió no exageró en el precio, aunque yo digo que hizo un negocio razonablemente bueno, considerando que vendió libros poco célebres y con una edición barata. Yo sentí que me llevaba un tesoro de esa librería.

Y lo estoy celebrando al escribir todo esto, para no olvidar lo que sentí y lo que pensé.


* * *

Montserrat del Amo murió el 26 de febrero de 2015, a los 87 años. Estoy muy agradecido con ella por haberle dado a mi infancia y juventud unos libros tan bonitos, con historias inteligentes, y personajes que me han acompañado toda la vida.


Me encontré en el metro

Esta mañana me subí al metro como casi todos los días. El vagón no iba demasiado lleno, y yo iba de pie, bien agarrado al tubo y escuchando música con audífonos. 

Algo llamó levemente mi atención: un pasajero que iba sentado a unos metros de mí, tenía un suéter parecido a uno que yo tengo, aunque más desgastado. Abrí mi panorama para ver un poco más del viajero. Sí, su suéter era idéntico al mío, probablemente incluso de la misma talla, pero con más tiempo de uso. No pude dejar de admirar que, aunque el portador parecía tener alrededor de 65 años, vestía de la manera  que me parece a mí más práctica: unos pantalones de mezclilla cómodos, unos tenis que parecen paso de gato por lo bien que amortiguan al caminar, nada de relojes ni cadenas, un teléfono compacto y sus lentes muy sólidos y discretos. Un nómada urbano, tal como yo.

Aunque... los lentes tenían algo. Algo que los hacía parecidos a los google glass, pero al mismo tiempo, distintos (tal vez más ligeros y con añadidos más pequeños). Tenían unas pequeñas aplicaciones rojas a cada lado, que los hacían ver muy futuristas.

Cuando mi mirada llegó hasta sus lentes, me fijé también en su rostro y su expresión. Su expresión era interesante. Tenía la vista hacia abajo, y una pequeña sonrisa. Mi interpretador de expresiones automático, desarrollado a lo largo de milenios de evolución me ofreció como traducción automática de ambos elementos del gesto: "Uy, uy, no me veas, que me descubres... aunque tal vez ya me has descubierto. Qué bien".

Cuando me fijé más en su rostro, empecé a sentir calambrito. Su rostro se parecía al mío. O mas bien, al rostro que pienso que tendré cuando cumpla 65 años.

Hice un rápido recuento de mis pobres conocimientos de ciencia. Según yo, el grafeno empieza a tener aplicaciones comerciales interesantes, los autos están a punto de liberarse del yugo de la gasolina, la terapia génica por un lado, y avances para mejorar nuestra vida a partir de modificar los tipos de bacterias que viven en nosotros por el otro están también a punto de despegar para ampliar nuestras expectativas de vida. Los experimentos del Gran Colisionador de Hadrones en general han dado información que comprueba cosas que se creían, pero de las que no se tenían evidencias, y se han descubierto algunas partículas de las que no se sabía... Nada que me dé indicios de que los viajes en el tiempo podrían ser algo cotidiano dentro de 15 años.

Entonces, es falso que ese que iba ahí sentado fuera mi "yo del futuro". Seguro sólo se parecía lejanamente a mí, y le gusta vestir práctico, igual que a mí.

Pero... esa sonrisa. Tan parecida a la que me ofrezco en el espejo cuando me descubro pensando cosas y me digo: uy, uy, uy, no me veas que me descubres.