viernes, 14 de septiembre de 2012

Nuevo homenaje a Benedetti


Hace 4 años, antes de que muriera el querido autor publiqué lo que sigue en otro blog. Hoy, cumpleaños de Benedetti, me pareció buena idea traerlo para acá:


O sea, 
resumiendo 
estoy jodido 
y radiante 
quizá más lo primero 
que lo segundo 
y también 
viceversa.


Mario Benedetti
Ale Delgado me contaba el otro día una historia de su amiga Silvia Aurora, que viajó de la Ciudad de México a Montevideo a buscar a Benedetti. Mientras me lo contaba me enternecí mucho, tanto porque la historia es muy bonita, como porque recordé cómo hace muchos años mi hermana Carmen se emoncionó al recibir una gentil carta de Ernesto Sabato, en respuesta a una que ella le había escrito. Pienso que muchos de nosotros tenemos algunos autores muy queridos a quienes nos gustaría tener la oportunidad de agradecerles lo mucho que nos han dado. Ale pensó en el momento que me estaba poniendo sarcástico, pero eso es porque no me conoce muy bien, o porque alguno de mis mecanismos de defensa colocó la sonrisa torcida de canalla que pongo a veces para no mostrar que me estoy deshaciendo en lágrimas por dentro. Unos días después Ale me mandó el texto de su amiga, y me gustó tanto que le pedí que me permitiera ponerlo aquí. Silvia Aurora fue muy generosa y aceptó, así que pongo aquí el trocito que trata sobre lo que me contó Ale el primer día:
"Aunque no me lo crean hoy desde que me levanté me sentía nerviosa porque la intuición me decía que hoy sí lo iba a encontrar en el bar donde come. Así que me vestí con la ropa más decorosa y bonita que traigo (que la verdad ahora se limita a 2 ó 3 cosas con este calor de 34° y yo básicamente con ropa de invierno). También me pinté y me peiné.
Llegué y di algunas vueltas antes de entrar, finalmente me decidí y lo primero que vi al entrar fue a Benedetti sentado con Daniel Viglietti y otras 2 personas, por supuesto me quedé como idiota. Ustedes me conocen lo tonta que me pongo cuando me emociono, así que me describo: piernas temblorosas, lágrimas en los ojos y sin saber si salir corriendo o sentarme en una mesa, creo que pasaron algunos segundos hasta que pude caminar a una mesa muy cercana a ellos. Benedetti me quedaba de espaldas, de frente Viglietti, que aún con sus más de 60 años sigue siendo guapo e interesante.
Pedí una tarta pascualina y un vino que comí acompañados de lágrimas que no podía evitar, no era un llanto constante, eran lágrimas de emoción que salían de repente y sin ningún control.
El mesero que me atendió me veía y tuve que decirle es que emociona mucho porque dígame si estoy equivocada pero ¿no son Benedetti y Viglietti los que están en esa mesa?. Por supuesto me lo confirmó y yo continué con el llanto y con la comida.
*

Como les decía Benedetti me quedaba de espaldas así que mi vista me dejo ver de espaldas a un hombre al que no solo quiero muchísimo, si no que también me mostró una estampa parecida a mi papá (más llanto): cuerpo cansado y chiquito, pero comiendo con gusto, con su copa de vino y riendo y hablando con sus compañeros.
Creo que Viglietti se dio cuenta de mi mirada insistente porque volteó algunas veces a verme, por supuesto yo de inmediato desviaba la mirada. Toda la comida me la pasé pensando que iba a ser incapaz de acercarme a interrumpir esa comida que solo de presenciarla ya me hacía feliz. Además con ese nerviosismo iba a hacer puras tonterías. Y así fue.
Terminaron su comida, pidieron un café y al terminarlo Viglietti se fue. El mesero se acercó y me dijo no trae un libro de Benedetti, sin esperar respuesta me dijo acérquese le va a dar gusto que lo salude.
Finalmente me levanté y en ese momento Viglietti volvió a entrar, así que el señor que estaba junto a Benedetti se levantó para acercarse a él, cuando lo hizo yo ya estaba junto a Benedetti. Lo saludé le dije que era mexicana y que era un honor conocerlo personalmente. Me senté junto a él (no sé si él me dijo que me sentara o si yo tomé la confianza de hacerlo) y me empezó a decir cosas: “así que es mexicana, yo quiero mucho a México pero ya no puedo ir por la contaminación, la última vez que fui me desmayé 2 veces”. No recuerdo más porque ya la garganta se me había cerrado, me dolía y sabía que en cualquier momento me iba a poner a llorar sin control, así que me levanté de golpe, lo toqué en la espalda (no pude evitar tocarlo) y sólo le dije “En México lo queremos mucho” y me fui, como una verdadera tonta.
Por supuesto todo el camino de regreso lloré y lloré. Me fui a la playa a tomar el sol y a llorar un poco más. Hoy no tuve ganas de hacer nada. Simplemente no lo puedo creer."
--
De nuevo el Andrés de 2012. Estaba sin palabras en 2008, cuando me contaron esta anécdota. Hoy, mis palabras son: ¿qué homenaje más bello puede hacérsele a un poeta que quererlo tanto que sea imposible mostrárselo? Silvia Aurora fue hasta Montevideo sólo para conocer a Benedetti y agradecerle su obra. Pero no se lo pudo decir. Lo luminoso en este acto está en la intención, y en las lágrimas y dificultades para atreverse. Creo que eso pasa muchas veces.
*Por supuesto, en la foto están Benedetti y Viglietti, pero la foto no corresponde a la ocasión que se cuenta.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Disculpa, no doy autógrafos


Una vez más, a pesar del complicado tráfico de la ciudad, arriesgando locamente nuestras vidas, el chofer (¿Ramiro, se llama?) logró que llegáramos a tiempo a la alfombra roja. Antes de bajarme del lujoso auto, verifico todos los detalles: peinado impecable, dientes perfectos (aliento fresco), mirada limpia (unas gotas en los ojos, de todos modos, para que brillen y derritan corazones), ropa perfectamente ajustada a mi musculoso y bronceado cuerpo. Abro la puerta, entrecerrando los ojos, pues sé que vienen los flashasos de innumerables cámaras de fans y prensa.

Pero no hay flashes. No hay prensa. ¡No hay fans!

Supongo que llegué temprano. O tarde. Mejor, porque de esa manera, puedo entrar tranquilamente a la suite que ya está preparada para mí, en lo que espero a que me nombren y salgo a recibir mi premio. Botella de champagne, sillón ergonómico, música suave. Todo bien, como siempre. Excepto ese tipo repugnante, mal vestido y despeinado, con mirada insulsa y que respira todo el tiempo como si acabara de correr un maratón o fuera asmático.

-Oyes, oyes, Boris.
-Disculpa, no doy autógrafos. Pero habla con mi representante. Seguro él te puede facilitar uno de los que... de los que firmé antes.
-No, oyes Boris.
-Lo siento. Entrevistas, tampoco.
-No, oyes Boris.
-Eres un fastidio. Si estuvieran por aquí los de seguridad, ya te habrían sacado.
-Pero no están. Oyes Boris.
-¿QUE?
-Oyes, Boris, yo te he visto en tu telenovela. Es muy bonita tu telenovela.
-Gracias, me alegra que te guste. Ahora, si me disculpas...
-Es que sales con tu novia, y es bonito cómo se quieren. Se ve que se quieren de verdat.
-(poniendo los ojos en blanco) sí, sí, es muy bonito. Ella es buena actriz, y por supuesto, ayuda a resaltar mis grandes dotes de histrión. Está muy bien que te guste y bueno, está bien, te voy a dar un autógrafo si eres buen chico y te retiras después de eso ¿sale?
-No, oyes, Boris. Es que a mí me pasó algo muy parecido a lo que les pasa a ustedes. Eso no es bonito. Es muy triste.
-¿De qué estamos hablando? Pasan muchas cosas en la telenovela.
-Es que cuando la tía de ella ¿comsellama? este...
-Katrina Creem.
-Ah, sí, cuando esta Katrina Creem empieza a hacerles la vida imposible ¿sabes? yo tenía una vecina que nos hacía cosas igual de feas, a mi gordita y a mí. Eso no es bonito, Boris ¿me oyes? eso es terrible.
-(suspirando) Sí, terrible. Qué bueno que te gusta la novela. Ahora, como sabes, me van a entregar un premio y tengo que...
-Oyes, Boris, pero lo que sí es bien padre es como la hermana de la novia... esta...
-Queta.
-Ah, sí, cuando esta Queta les ayuda a que la Katrina no les haga daño, y los defiende. Cómo hay gente buena en el mundo ¿verdad? yo creo que hay más gente buena en el mundo que mala ¿no? ¿tú qué piensas, Boris?
-Esteee... sí, claro. En la novela justo lo que queremos mostrar es cómo la gente buena puede más que la mala, y bla, bla, bla, en fin, es un encanto charlar contigo, pero creo que tendrías que irte ya pues tengo que prepararme para...
-No, Boris, pero tú eres muy bueno en la novela. Me gusta mucho cómo le hablas a Juanita cuando ella está triste por aquél mal hombre que la engañó. Este...
-Josafat Antonio. El que la engañó es Josafat Antonio.
-Ése. Es lindo cómo le hablas a la Juanita. Y eso que en la vida real, tú más bien le hicistes a varias buenas personas algo parecido a lo queleizo Josafat Antonio a la Juanita. ¿Te acuerdas de Claudia? ¿te acuerdas de Verónica?
-(alarmado) Oye, idiota, yo no sé de dónde sacaste esos nombres, ni esas ideas ridículas... ya lárgate, por favor ¡seguridad! ¡seguridad!
-(riéndose bajito) ten la seguridad que no van a venir. ¿qué crees que le pasó a Romi? ¿o a Felicia? ¿sí te acuerdas de ellas, o no han estado en tu pensamiento? ¿Teresa? ¿Bianca?
-¿Quién demonios te crees? ¿dónde está mi equipo de seguridad? ¿por qué no te largas de una vez?
-No, oyes, Boris, lo que pasa es que tus novelas tienen historias que conmueven. A mí me encantan.
-(cubre su cara con sus manos)
-En serio, Boris. Es lástima que no seas como tu personaje en la vida real. Quiero decir, es lástima que no hayas sido como él.
-...
-Sí, porque si así fuera, ahorita, después de que Ramiro chocara, no estarías platicando con una representación metafórica de tu castigo infernal, sino gozando arriba, probablemente tomándote una cheve y viendo el fut en las nubes.
-¿Qué ray...?
-Oyes, Boris, te quiero contar cuál es la parte que más me gusta de tu novela. Tengo mucho tiempo para contarte. Siéntate, aquí no hay a dónde ir. Me gusta mucho ¿sabes? la parte en que le dices a la tía Katrina que todo se acaba pagando, que si no tiene miedo del castigo que recibirá por sus pecados. Y cuando ella te contesta que no le teme ni al diablo jajajaja, qué ojos tan fieros te pone ¿verdad, Boris?
-Por... por favor...
-Y luego tú le explicas, con una mirada muy bonita, cómo la gente buena que se ayuda va a recibir su premio, y que tú tienes mucha fe... es muy bonita esa parte. Mi gordita y yo siempre lloramos cuando la vemos. Pero de alegría. La vemos una y otra vez. Y luego la tía se enoja, y hace cosas terribles. Es cuando trae al abogado y los desahucian de la casa ¿te acuerdas, Boris?