miércoles, 3 de febrero de 2010

Un muchachito en el internado

Con esta entrada de blog inicio una sección, que tal vez vaya creciendo. Como no me gusta manejar ni tener coche, últimamente mi papá me ha apoyado en llevarme al trabajo. Eso hace que platiquemos mucho y de muchas cosas. Hoy por la mañana me contó cosas interesantes que yo sabía vagamente, y que ahora me precisó, y que, mientras me las contaba, ya me saboreaba yo de ponerlas aquí. Tú sabes que me gusta escribir sobre viajes en el tiempo. Pues considero esta entrada como otro tipo de viajes en el tiempo, sin futurismo.

Cuenta mi papá que cuando tenía como 15 años, en 1956, sentía que sus papás lo trataban muy duramente. No quiso entrar en detalles, pero mencionó que como era el mayor de los hijos, lo hacían responsable de todo, y que "en esos tiempos la disciplina era otra". Entonces, llegó a sus manos, tal vez en la escuela, una lista de los materiales y uniformes que debían llevar los alumnos al Colegio Benavente, que se encontraba (o encuentra) en la ciudad de Puebla. Ese colegio funcionaba también como internado, así que mi papá convenció a los suyos de que lo dejaran ingresar ahí, con visitas de los padres una vez por mes. Creo que él quería ir ahí porque parte del equipo que tenían que llevar eran dos trajes con corbata (no lo dijo así, pero mencionó que la lista decía que había que llevar esa ropa).

En el internado la disciplina también era rígida.Mi papá cuenta que a quien no tenía ordenadas sus cosas se las sacaban al pasillo; que había muchos ratos de estudio vigilado, antes de las comidas; que la comida no era muy buena (los frijoles tenían piedras, y mi papá se rompió un diente al morder una de ellas, por ejemplo). Para bañarse, a veces había agua caliente y a veces no, a voluntad del encargado de la disciplina. El dinero semanal que ya estaba considerado en la colegiatura que se diera a los muchachos disminuía si bajaban las calificaciones. El derecho a la visita de los papás, una vez al mes, estaba condicionada también a calificaciones; si eran bajas, había una segunda vía: "regalar" un disco L.P. de música clásica al encargado de la disciplina. La colección de discos de música clásica del Colegio Benavente era la mejor de todo Puebla. Si llegabas tarde a alguna comida, el encargado de la disciplina te golpeaba con una flexible vara de membrillo. Había días en que la leche sabía a rayos, pero el que diera la más pequeña muestra de no querer tomarla, se tenía que tomar la suya y la de los demás de la mesa.

En la página del colegio, que aún existe y es de esperar que tenga sistemas educativos distintos ahora, encuentro que las instalaciones en que estudió mi papá datan de 1948 y se parecen enormemente a las de la preparatoria en que estudié yo. Ladrillo rojo, edificios cuadrados con columnas en la planta baja... hasta el reloj hasta arriba, comandando los tiempos de estudio.

El balance que hace mi papá es que ganó algunas libertades en el Benavente (se iba de pinta a la ciudad, para gastar sus ahorros en comida que no estuviera mal cocinada), y perdió otras. Al año siguiente no volvió a esa escuela, sino que regresó a una escuela en la ciudad de México.

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