Cuando era niño, entre lo que escuchaba y lo que observaba fui creyendo entender algunas cosas de mi historia familiar. La historia es importante, porque nos hace conscientes de las raíces que nos atan a la tierra, a nuestros hábitos, a nuestras formas de pensar, a las consecuencias. La historia del universo, la historia de la vida, la de los homínidos, la llamada Historia Universal, la historia nacional, la historia familiar. La personal. Todas son muy importantes para arraigar. Las conversaciones con mi papá en estos tiempos me han afinado algunas partes de la historia que yo no tenía claras.
Mi abuelo vino de Atotonilco, Jalisco. No sé si ya se había casado con mi abuela cuando vino, pero creo que es lo más probable. No sé si tenía dinero al llegar a la Ciudad de México, pero pienso que no demasiado. Puso un negocio pequeño en que se producían embutidos. Lo administró bien, y de rentar paso a ser propietario de una casa, y luego de varios terrenos en diferentes zonas de la ciudad. También compró un terreno en Jalisco, que, sospecho, era su plan de retiro. Pienso que quería regresar a su tierra cuando todo estuviera hecho aquí. También pienso que los terrenos que compró, como del tamaño de una casa casi todos ellos, en zonas residenciales, tenían la intención de ser obsequiados a sus hijos cuando se casaran, para que pusieran sus casas ahí. Un plan a plazo más corto, que mi abuelo tenía, era quitar unos rosales que estaban en el jardín delantero de su casa, y poner una entrada de auto ahí, puesto que ya dos de sus hijos manejaban. Mi abuelo no pudo llegar al final de sus intenciones, ni siquiera la de los rosales. El segundo infarto que tuvo, mientras estaba de cacería con unos amigos, se lo llevó. Mi papá no estaba en la ciudad, pero fue notificado de que el abuelo estaba muy grave y manejó muchas horas a gran velocidad para llegar a verlo.
Los planes que intuyo en mi abuelo cuando compró los terrenos no se realizaron. Todos esos terrenos se fueron vendiendo cuando fue necesario, y lo último fue la casa de mi abuelita, que es la que construyó y vivió con mi abuelo. Antes de que se vendiera, los rosales seguían ahí, según recuerdo. Con la falla milimétrica de una válvula cardíaca, la historia de mi familia paterna cambió radicalmente. Mi papá asumió la responsabilidad sobre los estudios de sus hermanos, y los compromisos de la empresa familiar, pero, sobre todo, hizo suyo un anhelo que seguramente le aprendió a mi abuelo: procurar que mi abuelita fuera feliz. Yo creo que lo logró en buena medida, dentro de lo posible.
La familia se fue desgranando, muchas veces estas cosas pasan a partir de experiencias terribles. Es cuando uno piensa que el abuelo murió demasiado joven, como tantas otras personas que duelen a quienes les conocieron, y a veces hasta a quienes nomás conocen la historia.
Hay veces en que no puedo quitarme de la cabeza el momento en que imagino a mi papá dejando de llorar, y tomando la decisión de llevar a esa familia sobre sus hombros. El momento en que se rompió, con un movimiento seco como de roca al partirse en dos, su ilusión de vida fácil, de junior de la clase media; la manera en que habrá volteado a ver a sus hermanos más chicos y pensar "¿qué necesitan estos niños de mí?"
Normalmente uno vive su propia óptica; no se me había ocurrido tratar de ver con los ojos de papá... qué difícil pero sobre todo esa parte de la historia y muchísimas otras mas son las que hacen que ahora el viejo sea como es... y así es. Love you.
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