lunes, 14 de noviembre de 2011

Tengo un teléfono celular



El mendigo se acercó a nuestro pequeño centro de enseñanza del Internet el 13 de enero de 2010. Su manera de hablar era confusa; probablemente su mente también:


-Tengo un celular ¿verdá? y pus quiero aprender lo del interné, porque tengo que mandar un correo, para quedarme con el celular con todas las de la ley ¿verdá? y quiero ver si ustedes pueden ayudarme. Tengo que mandar un correo y una imagen. Es muy importante-.


Como no olía a alcohol ni parecía drogado, decidimos ayudarle. Lo sentamos en la máquina #7 y le dijimos que entrara al navegador. Cuando nos dimos cuenta de que nunca había tocado una computadora en su vida, le expliqué que necesitaríamos muchas clases para llegar hasta el correo electrónico. Que si era constante, probablemente en menos de un mes ya sabría enviarlos.


-No, no, eso no puede ser ¿verdá? no quiero cargar tanto tiempo con algo que no es mío. ¿Hay modo de que sólo me enseñen a mandar correo?


Le explicamos que no podía ser, que no se puede aprender eso primero, pero ante su cara desolada, le ofrecimos mandar nosotros el correo que estaba pidiendo. Su rostro se iluminó, y prometió aprender todo lo demás si le ayudábamos ya a mandar su correo. Quedamos en que lo mandaríamos desde una de las cuentas del aula, y que él volvería otro día para ver si le respondían.


Se aclaró la voz y empezó a leer, con dificultad, en un pequeño teléfono celular, muy nuevo y caro que sacó de su sucio bolsillo:


-Hay que mandárselo ¿verdá? a una persona que se llama macpip ¡uy, luego esta letra rara que parece una a y una o al mismo tiempo!, y se apedilla otmailcon


Ruiz y yo nos miramos. Como Ruiz es muy bueno para ver patrones donde parece haber ruido al azar, resolvió el problema antes que yo, escribiendo macpip@hotmail.com


-Ora, el mensaje. Primero la introduición, para que la señora no se vaya a espantar: "estimada señora, esto que le pongo abajo ¿verdá? me lo encontré en un celular, por favor, dígame si me lo puedo quedar, y no se olvide de leer el mensaje porque me está costando muncho trabajo que usté lo tenga y espero que le de paz a su alma, y que usté esté muy bien con todo respeto, Poncho el chimuelo"-.


Luego Poncho el chimuelo nos siguió dictando lo que leía en el celular:


"Mi amor:
El capitán del avión nos acaba de decir que un motor falla, y nos vamos a estrellar. No sé si saldré vivo, ni si esto que estoy escribiendo en mi celular te llegará algún día. Pero tengo que intentarlo. He puesto un mensaje en la pantalla, pidiéndole a quien lo encuentre que te mande la última foto que acabo de tomar y este mensaje, a cambio de quedarse con el teléfono. Todo mundo grita y llora en el avión. Yo no, mi vida. No tendría sentido. Mejor te escribo, y te digo que fue muy hermoso conocerte, estar a tu lado todos estos años, que tú le diste a mi alma paz que ahora estoy utilizando. No siento que la vida me deba nada. Sólo lamento no poder volver a mirar tus ojitos. Pero los recuerdo muy bien. Me acompañan en estos momentos. No creas que no tengo miedo, sí tengo. Te prometo que haré lo más que pueda para sobrevivir."


Atónitos, conectamos el teléfono y transferimos al correo la imagen de un hombre de apariencia muy normal, sonriendo y levantando una mano en señal de saludo. A su alrededor todo era caos. El hombre sonreía ante todo eso, seguramente sólo para tranquilizar a macpip.


Después de ese día, Poncho el chimuelo pasó cada día por nuestro centro de enseñanza, preguntando si había respuesta "de la señora macpip". Y además, se quedaba a aprender dos o tres cosas sobre la computadora. Le costaba trabajo sentarse y atender mucho tiempo, pero preguntaba sobre lo que había en la pantalla en ese momento, y al parecer, lo iba comprendiendo. Un mes y medio después, llegó una breve respuesta, de una dama muy agradecida.


Cuando Poncho la leyó, se le iluminó el rostro y nos dijo -Tengo un celular ¿verdad? y he ayudado a esa señora a sentirse bien ¿quién lo hubiera pensado?-.


-Nadie, Poncho, pero tú lo hiciste- le dijimos.


Nos dio gusto que eso sucediera exactamente el mismo día en que Poncho empezó su trabajo de capturista en nuestras oficinas.

6 comentarios:

  1. Fabuloso. Lo mejor que le he leido al Lazarus (bueno, a lo mejor no lo mejor, pero si lo que más me ha gustado).

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  2. Que lindo cuento Doc, y que gusto leerlo dos veces en un mismo dia.

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  3. Muchas gracias, haddazul y Felipe. Un abrazo, a ambos.

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  4. ¡HERMOSO! Me habría gustado mucho ver la fotografía, y conocer a Poncho.
    Fabs

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  5. Simplemente, me encantó. Saludos

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  6. ¡Grande! Que buena historia, doc. Saludos.

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