domingo, 27 de diciembre de 2009

Nuestros libros inolvidables

Tal vez es un exceso pensar que este mecanismo que experimento en mí mismo está generalizado, pero me lo permitiré, por esta vez:

Vemos la portada de ese objeto que se llama libro y que tiene apellidos y autor. La portada, la contraportada, su textura, su hechura. Su volumen y su peso. Los colores que ostenta, dentro y fuera. A veces, características especiales, como una encuadernación preciosista o las tintas del forro.

También ocurre que a veces contemplamos lo que no está en el aspecto superficial del objeto: un amigo nos platicó sobre ese libro, o leímos otros del autor que nos son entrañables, leímos reseñas, escuchamos el título (y nos golpeó como un anticipo de la maravilla), vimos una frase citada...

Todas estas cosas, a veces unas y a veces otras, son nuestra imagen de un libro antes de leerlo. Nuestra imaginación nos dice que es o no un libro que queremos leer. A veces, nuestra imaginación nos dice que es un libro maravilloso que debemos leer cuanto antes. Lo compramos. Lo acariciamos al llevarlo a casa, o no aguantamos más y paramos en un café para empezarlo. Degustamos de nuevo la portada, y los detalles que nos atrajeron. Lo miramos escrutadoramente y le decimos en nuestra mente: ¿Qué cosas maravillosas me vas a decir?

Y finalmente, lo leemos.

Hay veces que el libro corresponde con nuestras expectativas. Al terminarlo, lo entubamos con ademán satisfecho en el retacado librero. Otras veces nos decepciona. Alguno es tan diferente a lo que creíamos y lo que queríamos, que simplemente nos es imposible terminarlo a pesar de lo disciplinados que somos.

Pero hay algunas ocasiones especiales en que el libro va más allá de nuestras expectativas. Aunque teníamos expectativas altas, nuestra imaginación no alcanzaba hasta donde llegó este libro. Nuestros ojos se abrían más y más al leerlo, porque era fascinante, inimaginable antes de sí mismo, inesperadamente maravilloso.

Al terminarlo, suspiramos porque quisiéramos que durara más. Y pasa a ser uno de nuestros libros inolvidables.

1 comentario:

  1. Tenga usted un buen 2010, Doctor. Aunque no soy como el bibliotecario de su más reciente entrada, tampoco he leído tanto como su merced, o quizá sí... ya no lo recuerdo. Pero conozco esa sensación que usted describe. ¡Ay, que sí! Es tan poco frecuente que un libro supere nuestras expectativas. ¡Se siente tan rico!
    Olvidó usted hablarnos sobre el olor de un libro... El sonido de sus páginas al ser pasadas, el cosquilleo de las yemas de los dedos de la pura emoción, la tristeza infinita, la impotencia que nos da cuando no podemos comprarlo y no lo encontramos por ahí en internet... en fin.
    Saludos.

    ResponderEliminar