Diez años después, Rolando corre por costumbre. Hace un buen tiempo que el reloj no le da sorpresas. Sale todas las mañanas a correr y todas las mañanas logra los 5 kilómetros en 25 minutos. Ha intentado todo lo que los entrenadores le han recomendado: hacer ejericios para agrandar su zancada, mejorar su alimentación, arrancones en pequeñas subidas, programas estrictos... no logra pasar su marca. Rolando piensa que es una buena marca, pero que empezó tarde en su vida a correr. Mira melancólicamente la fina lluvia que cubre todo su paisaje diario.
Por la tarde, un ventarrón desprende un anuncio espectacular enorme, que va y golpea a Rolando, y le rompe varios huesos.
Siete meses y medio después, el médico dice que Rolando está listo para seguir su vida normal. Le da una palmadita. Rolando le agradece, como agradece todo desde que despertó en el hospital y se dio cuenta de que pudo haber muerto.
Rolando detuvo por tresmilésima vez en su vida el cronómetro de su reloj deportivo. Acababa de pasar la marca de los 5 kilómetros y, aunque caminó resoplando durante varios tramos, constató -con alegría- que había tardado 41 segundos menos que el día anterior. "Pero más que mañana", se dijo mientras se dibujaba una sonrisa de genuina alegría y goce en su rostro.
wow, excelente texto, con un mensaje muy sutil, muchas gracias Doc
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