Hace un momento, mientras me acostaba con Ana Karen, de 10 años, y cantábamos una canción para que se durmiera, recordé que hace pocos años nuestro ritual para dormir incluía mirar sus muñecos de peluche y preguntarles "¿Quién quiere dormir con Ana Karen hoy?" y luego escucharlos discutir un breve rato, y seleccionar un elegido, que diría algunas palabritas a Ana Karen, cada uno en su estilo, y luego se acostaría junto a ella.
Recuerdo eso y me regocijo, pensando en su carita de sorpresa cada día, cuando un muñeco distinto, con una personalidad distinta a los otros, se dirigía a ella y se aprestaba a dormir acurrucado con ella.
Y recuerdo también rituales más antiguos, con Pablo, Tania y Ana Karen. Rituales para dormir que van modificándose y sustituyéndose, hasta que un día no estaré a la hora de dormir.
Pero estaré en sus corazones. O eso quiero pensar.
Y si mis hijos tienen hijos, tal vez recuerden con ellos cómo eran los rituales que teníamos, y tal vez copien algún cachito para sus propios rituales.
Como yo, que les he cantado a mis peques las canciones que mi mamá me cantaba cuando yo era niño.
En una de ésas, cada ritual entra en un tiempo infinito, propio, y no sale de ahí. Se queda, destilando el goce puro de estar juntos.
Rezar. Extrañé ésa palabra en un tema como este. Bien dices cada quién sus rituales.
ResponderEliminarA Juan le cantaba. Luego leiamos juntos. Luego yo le leia (al menos 3 novelas lei en voz alta al a hora de dormir). Ultimamente el ritual es breve. ¿Quien me arropa?, pregunta. Casi siempre soy yo. Payaseamos un poco y quedamos con una sola frase mientras apago la luz "Buenas noches, hijo. Que sueñes con los angelitos y que descanses" y el responde "tu tambien". Puro goce, indeed
ResponderEliminarLindo.
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