Este texto lo escribió mi hermano Pedro y me trajo muchos recuerdos.
Hubo alguna vez en la ciudad un anuncio gigantesco de Superman con el cabello largo. Así era el Superman que había regresado de la muerte (una muerte a la que la industria del cómic le debe mucho, porque a partir de entonces las historias de superhéroes también resucitaron). Fue en los noventas. El anuncio se encontraba a un lado del metro Zapata, en donde hoy está una panadería.
Por aquellos días yo era un niño pequeño y apenas había leído unos cuantos cómics de Batman y, por supuesto, “La muerte de Superman". En ese entonces era muy cool que los hombres trajeran cabello largo (sirvan de ejemplo Axl Rose, Bon Jovi o James Hetfield). Así que todos se subían al tren del cabello largo, hasta Superman.
Entonces un buen día mi hermano me llevó al lugar que anunciaba aquel gigantesco Superman, justo abajo del anuncio mismo, en una pequeña plazuela que tenía un comercio de pollos rostizados, un salón arcade o “maquinitas” (como en realidad le decíamos) y una espectacular tienda de cómics, llamada Comicastle.
Desde el primer instante en el que entré a Comicastle me sentí mareado, alucinado, feliz. El lugar era enorme y hacia donde voltearas había cómics, pósteres, figuras y un montón de cosas que ni siquiera sabía qué eran, pero definitivamente me entusiasmaban.
La gente que se encontraba en el recinto era muy geek. No geeks como los de unos años para acá, o más bien sí, pero con la diferencia de que en esa época no era nada popular hablar de Marvel o DC o Star Wars o animé, mucho menos de Magic o Dungeons & Dragons.
Yo no sabía nada de nada, pues, como dije, sólo había leído algunas historias de Batman y Superman, pero igual recorría los pasillos incrédulo, mirándolo todo: portadas increíbles -antiguas y nuevas-, ilustraciones épicas, coleccionables de lujo y, con cuidado de que mi hermano no me viera, posaba mis ojos en un póster que me resultaba inquietantemente provocativo (recuerden que yo era muy chico aún).
Mi hermano, por su parte, comenzó su afición por los juegos de rol: Vampire, Changeling, el famoso Dungeons, etc. Yo le preguntaba qué estaba buscando y él me respondía con algo que me parecía otro idioma, así que solamente asentía con la cabeza. Eso sí, siempre que íbamos, él terminaba comprándome algo: cómics de Green Lantern o de Batman (mis favoritos), pero también tarjetas de Kingdome Come, dados de 20 o 30 caras o cualquier cosa que se me ocurriera. A él lo hacía muy feliz comprarme ese tipo de cosas, como años más tarde me dijo, pues al final me acercaba a la lectura y al arte.
A mí también me hacía muy feliz.
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Anécdota al margen:
En una época en la que internet no era lo que es hoy y, por lo tanto, no se podía conseguir en versión digital un cómic publicado en versión física, me había resultado imposible encontrar la segunda parte del cómic “Una muerte en la familia", por lo cual decidí hablar a la editorial Vid (que traía las historias de Marvel y DC a México) y, no sé cómo, pero conseguí hablar con el entonces Editor en jefe, Paco Jiménez. El sujeto fue muy amable conmigo y me dijo que él me podía obsequiar esa tan buscada segunda parte. Acordamos que me lo entregaría en Comicastle.
Cuando le conté a mi hermano, lógicamente le pareció que había que tener precaución porque, créanme, en los noventas tampoco era muy razonable que un señor se quedara de ver con un niño desconocido para regalarle una historieta. Así que mi hermano me llevó a Comicastle y se quedó conmigo hasta que Paco apareció, con el mencionado cómic bajo el brazo.
Afortunadamente, las intenciones del jefe editorial de Vid eran completamente buenas, así que me agradeció por seguir sus publicaciones y no sólo me regaló ese cómic, sino también algunos más. Entablamos una amistad y durante varios años le llamaba sólo para platicar de cómics. Cuando entré a la universidad incluso fui a pedirle trabajo en su editorial, pero lamentablemente la empresa estaba agonizando y, pocos meses después, cerró.
Comicastle también desapareció, aunque de sus cenizas surgió Fantástico, a sólo dos cuadras.
Adjunto la imagen del póster de Comicastle que no podía dejar de ver cuando era niño.
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