Esta mañana estaba con Pablo, de 15 años, acompañándolo en su inscripción al Concurso de Ingreso al Bachillerato, cuando pasamos por una puerta muy curiosa (pequeña, sombría, y llevaba a un tunel largo igualmente oscuro) y me acordé de una puerta labrada en madera con motivos que me parecían misteriosos, por la que pasaba a veces al salir de la primaria (estamos hablando de finales de los años setenta). Pablo me preguntó "¿¨Por qué no le tomaste una foto a esa puerta misteriosa de tu infancia?"
Ante mi mirada ligeramente mordaz, se tardó sólo 2 minutos en darse cuenta de que en esa época no teníamos cámaras en el bolsillo. Ni teléfonos. Ni localización por GPS. Me entretuve un poco en platicarle el asunto de los rollos de 24 fotos que luego había que mandar a revelar y esperar días para obtener las fotos. Le pareció muy extraño que en esa época hubiera quien tomara fotos, porque le pareció demasiado trabajo.
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