jueves, 14 de marzo de 2013

Historias de familia


Desde que era muy pequeño, mi sobrino Juan Pablo ha sido un excelente interlocutor cuando me da por contar historias. En estos días, él ha estado muy interesado en que le cuente la historia de su mamá y de los hermanos de su mamá. Yo, como fiel cronista, procuro contarle las historias de familia con total apego a la realidad. Pongo aquí algunas de las que le he contado recientemente, para no olvidarlas y poderlas volver a contar con máxima verosimilitud  :)

Historia de Andrés (el tío cuenta cuentos de Juan Pablo)
La abuelita estaba muy ilusionada porque iba a tener a su primer hijo. El embarazo fue muy feliz y sin problemas. Al nacer el pequeñito era precioso, el más hermoso bebé. Todos lo quisieron mucho y fue creciendo.

Historia de Carmen (una tía de Juan Pablo)
El embarazo en esta ocasión fue muy curioso, porque la panza creció muchísimo y el o la bebé no parecía moverse mucho (en esas épocas, sin ultrasonido, no se sabía con certeza si se tendría un niño o una niña). El médico, en una de las últimas revisiones, comentó:

-Señora, pienso que no es niño
-¿Entonces niña, doctor?
-No. Por el tamaño y la quietud, calculo que es un oso hibernando.

Unos meses después nació esta niña, muy bonita pero muy dormida. Las nalgadas de los doctores no lograron despertarla. Cinco días después aún no había abierto los ojos. Entonces, su mamá la llevó con un médico brujo que tras examinarla dijo que lo único que podría despertarla sería darle una mordida a un ajo. Le acercaron el ajo a la boquita y tras probarlo, la niña dijo su primera frase: ¡ah jijos! al mismo tiempo que abría los ojos y los dejaba muy abiertos, y las cejas levantadas. Con el paso del tiempo, su mamá vio que para dormir a Carmen bastaba darle a probar una manzana, y para despertarla, un ajo. Un día un caballero de nombre Walt vino a la casa y compró los derechos de la historia, cimentando el abundante fondo económico de los Sánchez. Tras hacerle unos pequeños ajustes, don Walt llevó la historia al cine animado.

Historia de Paty (otra tía de Juan Pablo)
Tong Po era un luchador de sumo que pesaba 237 kilos y medio. Ningún otro luchador se atrevía a ponerse con él, porque siempre perdían. Pero un día, cuando el animador de las luchas de los sábados preguntó ¿quién se atreve a luchar contra Tong Po? un pequeñisimo luchador, como de 50 cm de altura, con una máscara roja dijo que se animaría. El pequeño enfrentó a Tong Po y le ganó en 15 segundos, mostrando gran maestría para el salvajismo y los arañazos. Al quitarse la máscara todos pudieron ver que en realidad era una pequeña niña como de dos años de edad que se había criado cuidándose sola por las calles más feas de la Ciudad de México. Entonces la abuelita, que siempre iba a las luchas y se sentaba en la primera fila, comentó que no era justo que esa niña viviera sola, de modo que la adoptó inmediatamente. Los demás miembros de la familia no se atrevieron a oponerse, sobre todo al ver los ojos que les puso la niña de la mascarita roja, que desde entonces tomó el pseudónimo, al participar en las luchas, de "La tía Papa".

Historia de Chiqui (la mamá de Juan Pablo)
Otro día que la familia salía de las luchas, tras ver ganar como siempre a La tía Papa, decidieron ir a comer unos tacos. Mientras le ponían limón al bistec, les pareció escuchar un leve chapoteo, y cuando se fijaron, en la salsera de la salsa verde había una niña, pequeñíiita, pequeñiiita, que tenía la mísma altura que un lápiz a medio usar.

-¿Cómo te llamas, pequeñita?
-Chiquis
-¿Tienes papás?
-No
-¿Quieres irte a vivir con nosotros?
-Sí
-¿Quieres cenar algo?
-Sí
-¿Qué se te antoja?
-Salsa verde

Y así fue. La niñita sólo comía salsa verde. Hasta que un día probó el café y le gustó. Sólo entonces comenzó a aumentar de estatura.

Historia de Pedro (el tío joven de Juan Pablo)
Una noche oscura y lluviosa, la abuelita se asomó a la ventana porque le pareció escuchar ruidos extraños. Ahí, vio una nave espacial que se movía por el patio y se detuvo muy cerca de donde ella estaba. Flotando, un ser del espacio con unos ojos más grandes que mi mano y de color totalmente verde le dijo a la abuelita:

-Myxlyplyx, parlia parlia cronopio-cronopio.
-No te entiendo
-(ajustando un aparato que después se supo que era traductor) Ya está. ¿Me entiendes ahora?
-Sí ¿quién eres?
-Myxlyplyx Parlia-Parlia. De los Parlia de Eta Casiopea B, no de los de Proxima Centauri.
-Ah. Eh... ¿qué vienes a hacer?
-Vengo a pedirte que des asilo por unos años al pequeño Perylix Pllix Parlia-Parlia, mi hijo. Estamos en guerra contra Aldebarán y temo por su vida. Si me lo cuidas y lo proteges unos años, yo te recompensaré.
-No necesito recompensa por cuidar a un bebé. Dámelo, yo te lo cuido.

Entonces el ser del espacio sacó un bulto pequeño de la nave, un bebé igualito a él. Con los ojotes y el color verde. A la abuelita le preocupó lo que iban a decir las mamás de otros niños cuando lo vieran, pero eso se resolvió porque descubrió que al niño le gustaba el queso, y mientras más queso comía, mas humano se veía. En unos cuantos días lo pudo llevar al kinder porque ya se veía totalmente humano. Sin embargo, todos sabemos que algún día su padre volverá por él y le dará de comer unos Parliamomos que lo volverán a convertir en un ojón verde, y se lo llevará al infinito y más allá.

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