Me enterneció lo de los dos pesos. Me di cuenta de lo atolondrado y cándido que puede ser un niño. Creo que el objeto que se ofrecía junto con los dos pesos, era uno de los objetos favoritos, así que debe haber habido cierta desesperación por resolver el asunto.
Como todo esto no me dejaba dormir, decidí hacer una lista de "lugares improbables". En ocasiones anteriores en que se han perdido cosas, he tenido la suerte de encontrarlas buscando donde nadie busca, en esos lugares improbables. Así que recorrí mentalmente la casa, pensando en sitios que nadie hubiera pensado en revisar. Mi lista era:
Debajo de los cojines de los sillones de la sala
En los compartimentos del coche
En el cajón del tocador que nadie abre porque está lleno de todo lo que no se sabe dónde guardar
Tras el tocador
Junto a la bocina que está junto al tocador
Bajo la cortina que está junto a la bocina junto al tocador
Bajo la almohada del hij@ que perdió el objeto
Tras el colchón y la almohada del mismo
Bajo las camas
Entre los zapatos, en el closet
En las puertitas de mi buró
Bajo el librero en forma de trenecito
En el closet del baño rojo
en el closet del fondo del pasillo
En la mochila del niñ@ de marras
En la ropa del niñ@ de marras
Tras terminar mi lista, me di cuenta de que tenía una descripción somera del objeto, pero en realidad no me figuraba cómo era. Pensé en preguntar al día siguiente, al despertar, exactamente cómo era. A lo mejor lo había visto en mi revisión nocturna (no creas que sólo hice la lista) y no me había dado cuenta de qué era. Me fui a acostar tarde, y le pedí a mi mente que escaneara sus recuerdos de ese tipo de objetos en las últimas 2 semanas, para tener el superpoder de encontrarlo por la mañana.
Al despertar, me informaron que el objeto era plateado y tenía una estrella así y asá. Entré al baño (para seguir mi secuencia habitual de bañado). Abrí el closet del baño. Levanté una cajita. Ahí estaba el objeto tan buscado.
La cara de mi hij@ al despertar y ver el objeto en mi mano fue un poema.
Con mucha seriedad, le dije que había tres lecciones que no había que perder, en esta difícil situación:
- no adquirir responsabilidad por objetos de los demás, innecesariamente (de manera que no hay que llevarse, ni aunque nos los presten, objetos de los demás, a menos que sea muy necesario)
- apoyarse en su familia cuando tenga un problema
- dejamos la tercera para que tú, oh hipotétic@ lector@, la cocines por tí mism@.
Supongo Mi estimado Doc la tercera enseñanza, sus hijos siempre han sido una montaña de aprendizaje para mi
ResponderEliminarSaludos.
La tercera lección: No importa lo que hagas, tu santo padre siempre llegará al rescate. Es un heroe que no pasa de moda!
ResponderEliminarJajaja... Gracias, Mó!
ResponderEliminarY también gracias por tu comentario, hadazul.
Closets, tocadores y cojines de sillones: el nuevo triángulo de Bermudas en donde se pierden las cosas. :]
ResponderEliminar3a: Siempre seguimos siendo niños y seguimos cometiendo errores. :]
¡mUCHos salUCHos! :]
Jeje... tienes razón, UCH. Tú siempre le encuentras la cuadratura a todo. ¡El nuevo Triángulo de las Bermudas está en cada casa!
ResponderEliminarY sí: siempre seguimos siendo niños y cometiendo errores. Idealmente, cada vez menos.
Saludos.
Ya confies, Andrés:
ResponderEliminarTú tenias escondido el objeto del deseo.
Jamás escondería algo viendo que su falta hace sufrir a mi chamaqu@, Felipe
ResponderEliminarSaludos.