Hoy, Ana Karen, Fernanda, Tania, Freddy y Pablo jugaron un juego muy inclusivo.
Las reglas son simples, aunque hay que estar decididos a divertirse más que a competir. Se hacen dos equipos, que se colocan como en un juego de voleyball, y aunque el chiste es pasar la bola al otro lado tratando de que no se les caiga, cada jugador puede utilizar diferentes movimientos y partes del cuerpo. Por ejemplo, Freddy, que es especialista en football, jugaba principalmente con su cabeza y sus pies. Pablo y Tania jugaban con sus manos, como voleyball. Las dos niñas más pequeñas tenían derecho a cachar la pelota antes de arrojarla. Esto permitió que el juego fuera muy parejo, a pesar de las diferencias de edades (niños de 6 a 12 años) y todos se divirtieron mucho. Por momentos, me recordaba el ajedrez, en que la acción diferente de caballos, torres, alfiles, permite tener un juego más completo. Me gustó mucho que ellos, espontáneamente, decidieran olvidar sus diferencias y lograr un juego juntos. Creo que hoy tengo mucha esperanza en la siguiente generación.