Esta mañana, AK, de 5 años, me abrió sus bracitos desde su cama y me apretó con ellos al tender mi mejilla sobre la suya. Nos deseamos buenos días. Algo que no convertí en palabras flotó en el ambiente.
Media hora después, mi papá, que me dio un aventón para acercarme al trabajo, me dijo al bajarme de su coche: No sé por qué, siempre siento pesar cuando me separo de ti.
Eso cerró un círculo que me pareció tan bello que la parte del camino que recorrí andando tuve los ojos brillosos.
Y lo escribo ahora para no olvidarlo porque ¿qué hay más valioso que pudiera yo atesorar, sino estas cosas?