miércoles, 30 de diciembre de 2015

Rituales

Hace un momento, mientras me acostaba con Ana Karen, de 10 años, y cantábamos una canción para que se durmiera, recordé que hace pocos años nuestro ritual para dormir incluía mirar sus muñecos de peluche y preguntarles "¿Quién quiere dormir con Ana Karen hoy?" y luego escucharlos discutir un breve rato, y seleccionar un elegido, que diría algunas palabritas a Ana Karen, cada uno en su estilo, y luego se acostaría junto a ella. 

Recuerdo eso y me regocijo, pensando en su carita de sorpresa cada día, cuando un muñeco distinto, con una personalidad distinta a los otros, se dirigía a ella y se aprestaba a dormir acurrucado con ella.

Y recuerdo también rituales más antiguos, con Pablo, Tania y Ana Karen. Rituales para dormir que van modificándose y sustituyéndose, hasta que un día no estaré a la hora de dormir.

Pero estaré en sus corazones. O eso quiero pensar.

Y si mis hijos tienen hijos, tal vez recuerden con ellos cómo eran los rituales que teníamos, y tal vez copien algún cachito para sus propios rituales.

Como yo, que les he cantado a mis peques las canciones que mi mamá me cantaba cuando yo era niño.

En una de ésas, cada ritual entra en un tiempo infinito, propio, y no sale de ahí. Se queda, destilando el goce puro de estar juntos.