domingo, 9 de diciembre de 2012

Nueva visita a El cuaderno de John y Paul


Hace varios años escribí el cuento en que mi imaginario tataranieto me llevaba, en su máquina del tiempo, a visitar a John Lennon y Paul McCartney cuando eran muchachos, a un pasado alternativo en que la tía Mimí de John no perdía el cuaderno de apuntes de ambos. Ese cuaderno de apuntes me obsesiona, pues al parecer, contenía canciones que nunca se grabaron, de los primeros tiempos de los Beatles y la tía lo tira, lo regala, lo traspapela o algo porque no le da importancia. Siempre me he preguntado qué podríamos haber oído si ese cuaderno no se hubiera perdido, o qué pasaría si encontráramos una manera de recuperarlo. El cuento es una de las improbables posibilidades. 

Ayer, Pablo, de 12 años y buen fan de los Beatles se acordó del asunto del cuaderno y la tía Mimí, y me dijo lo que yo debo haber dicho muchas veces "si tuviéramos una máquina del tiempo..." Pero luego, encontró otra línea de pensamiento, que yo en tantos años nunca había considerado: "otra opción sería estimular al máximo la memoria de Paul McCartney y recuperar cada detalle del cuaderno desde ahí". Y yo me quedé mudo de asombro de que ese muchachito hubiera dado con esa otra idea.

El futuro es de los jóvenes, no cabe duda. Ojalá hubiera modo de que Sir Paul se embarcara en esta idea.

El cuaderno de John y Paul

Este cuento ya lo había yo puesto en wordpress en junio 3 de 2009. 
Pero... tengo una razón para relanzarlo.Mi siguiente post explicará cuál es.

Mi tataranieto Escalopendra 2.0 holgazaneaba en el sofá de la sala. Ya conozco sus ritmos, así que sabía que estaba por soltarme una bomba para que me activara. Pero no pensé que sería algo tan grande.

-¿Sabes, Tátara? - me dijo - una cosa bonita son las ucronías ¿no crees?
- Hum. Por el título no la conozco, pero si me la tarareas...
- No es gracioso - dijo, y se calló. Me cuesta mucho trabajo entender los modos de finales del siglo XXIII. A veces son más expresivos, y a veces son más parcos. De todos modos, siempre me alegra cuando él viene al siglo XXI. Aunque sea a callarse y poner caras desde el sofá.

Intentó por otro ángulo:

- Qué regada, la de la tía Mimí, de John Lennon ¿no?
-¿Eh? ¿Cuál fue la regada? ¿Criarlo como un hijo? ¿Dejarlo ser creativo?
- No, no. Esa cosa de que tiró a la basura un cuadernito que tenía más de 100 canciones escritas por John y Paul, porque lo vio muy feo y roto. Canciones que ellos luego no pudieron recordar.
- Claro. Siempre me he preguntado... ¡diablo! me estás haciendo caer en tu juego. Ya una vez trajiste tu supercomputadora de bolsillo para presumirme que se podía simular un producto de un pasado alternativo, siempre y cuando se le dieran suficientes parámetros. Fue divertido. Y también se refería a los Beatles, así que no me estás planteando nada nuevo.
- Lo recuerdo. Y me alegra muchísimo que en esa ocasión no hayas dicho algo como ¿qué hubiera pasado si Hitler ganaba? ¿Qué si el Imperio Romano no se desmoronaba? ¿y si el antepasado de los mamíferos se ahogaba en una charca oscura? esas preguntas siempre me aburren. Son las que todos se hacen. Y me hacen, en mi calidad de único custodio de La máquina del tiempo en el siglo XXIII. Y... bueno. No pensaba traer hoy mi computadora, ni simular un producto. Pensaba en hacer una -aquí paladeó lenta y golosamente la palabra- ucronía.
- Rediablo. Está bien. Me rindo ¿qué es una ucronía?

Feliz, me explicó algo que seguro tenía pensado desde hacía más de una hora:

- Pues es un término que primero se aplicó sólo a la especulació literaria sobre los ¿qué hubiera pasado si...?; pero tras la invención de La máquina del tiempo se decidió llamar de ese modo a los desplazamientos a universos alternativos. ¿Sí te he contado que sólo considerándolos es posible viajar en el tiempo sin una máquina enclavada en el pasado?
- Eh... ya te dije que soy psicólogo. No creo lograr entender eso. Pero a ver, el otro tema sí que me interesa. Según yo, creo que me estás diciendo que me dejarías subir a tu máquina del tiempo y que nos desplazáramos a un universo alternativo en el que la tía Mimí no rompiera el cuadernito de canciones de John y Paul.
-Cree y acertarás.
-¿En serio me llevarías?
-Clarión.
-¡Querido tataranieto!
-No nos pongamos emotivos. Busca una chamarra de cuero negro, una camiseta blanca y unos jeans. Nos vamos ya, o no llego a la policena que tengo esta noche en casa.
-Listos.
-Vámonos.

Le quitó una pequeña carátula al horrible anillo que siempre usa, y por primera vez, ví como funcionaba el asunto. Sin carátula, del anillo salió una luz que en vez de viajar en línea recta se tejió en una especie de campana alrededor de Escalopendra. Él me urgió a que me metiera en el haz de luz, y cuando lo hice sentí un jalón de pies. Parecido al sobresalto que a veces se siente cuando uno está a punto de dormirse.

-Se siente como cuando sueñas que te caes. ¿No será que en sueños...?
-Nada de metafísica. Esto es ciencia pura, abuelete.
-Bueno, nomás era por hacer conversación en lo que llegamos.
-¿Te figuras que esto es un viaje a Cuernavaca por la carretera vieja? Ya estamos.
-¿En dónde?
-Liverpool, Inglaterra, mediados de los años sesenta del siglo XX. Universo alternativo en que todo es igualito, justo hasta antes de que la tía Mimí tirara el cuadernito a la basura (en nuestro universo). Los cambios, es decir, la disociación de este universo, empezaron a partir de que aquí ella decidió no tirarlo, sino guardárselo a los muchachos y devolvérselos cuando regresaran de Alemania.
-Bueno, maravilla. Dios salve a la reina y todo eso. ¿Vamos a La Caverna? ¿o ya son demasiado famosos?
-Averigüemos.

Caminamos hasta el Cavern Club, y al llegar, nos dimos cuenta de que ahí estaban los Beatles. Había una gran cantidad de adolescentes en la puerta, tratando de entrar. Emocionado, Escalopendra inventó un truco para que pasáramos (le encantan los Beatles. Creo que se debe a mis genes). Mostró una insignia y dijo que era del grupo de Brian Epstein. Pronto, él y yo estábamos en lugares preferenciales. John inició una canción:

- You're gonna miss that friend
-(Yes, yes you're gonna miss a friend)
-You're gonna miiiiss that frieend
Every time
you see the people
again.

Algo estaba mal. Terriblemente mal. Algo muy equivocado. En la batería estaba un desconocido (no, no era Stuart. Era un Auténtico Desconocido). ¡Paul en el requinto y George en el bajo! La canción que tocaron, alegre pero no más, terminó y atacaron otra. Ahora era Paul el que cantaba:

-Scrambled eggs
all my troubles seem so faar away
now I look at ham and rice again
oh I'm in need of holydays

-¡Dios mío, Escalopendra!
-Todo tuyo, Lazarus. Rayos, no tenemos nada qué hacer aquí. Este grupúsculo es famoso a nivel local, y las letras de sus canciones apestan. Mejor nos hubiéramos ido a ver a los Monkeys.
-No, no exageres.
-Tienes razón. Pero de todos modos, estos Beatles son muy malos. Y ese baterista se luce demasiado.

Al regresar, bastante decepcionados, a nuestro venturoso universo, nos tomamos un chocolate caliente (para el susto), y desarrollamos, poco a poco, una teoría: que en el cuadernito que tiró esa santa mujer, esa dama entre las damas, Mimí, había versiones chafas de muchas canciones. Al tirarlo, obligó a su sobrino y al otro muchachito a que se olvidaran de la música o las reescribieran. Y, al parecer, las reescribieron y en esa segunda vuelta la cosa fue mejor. Pero en la ucronía que visitamos, se conformaron con la primera versión, con lo primero que se les ocurrió, y como tuvieron un éxito moderado, no buscaron ser más, no alcanzaron todo su potencial, porque no lo necesitaron.

-¿Sabes, Escalopendra? Creo que esto nos demuestra que lo que sucede está bien, que aunque nos parezca malo de momento, todo tiene un sentido.
-Amén, Brother - Contestó mi irreverente tataranieto, antes de irse a su policena en el siglo XXIII.